El tercer trimestre
de embarazo ya me sobraba, ya quería verle la carita, tenerla en mis brazos,
sentir su olor, su calor, acurrucarla a mi costado, mimarla y quererla...y sin
embargo no tenía nada de eso.
Tenia una barriga
que ya casi no podía con ella, a falta aún de tres meses, piernas cansadas, un
calor multiplicado por tres en pleno mes de agosto y ni los plátanos, los
masajes ni los estiramientos antes de irme a dormir, aliviaban esos calambres
nocturnos que hacían que me despertara llorando, y solo me hacían pensar....¡¡QUE ESTO SE ACABE
YA POR FAVOR!! Además la ciática que iba
y venía según le entraba en gana y que nuevamente dormía mal, no encontraba postura y que esas pataditas que
al principio me hacían gracia, entonces ya me hacían daño.
En fin, que el
tercer trimestre se estaba convirtiendo en un infierno, menos mal que iba
encontrando soluciones a mis males y muchos de ellos desaparecieron con acupuntura, unas pocas sesiones bastaron para
volver a dormir, que la ciática y los calambres desaparecieran.
Todo parecía que se
iba solucionando hasta que en la semana 33 empecé a encontrarme rara, algo no
iba bien, y no sabía que era, la tripa se me ponía dura y me dolía la parte
baja, ¡¡¡oh dios santo son contracciones!! Cada vez que me movía, venían y cada vez eran más seguidas, así que llame a la ginecóloga que me recomendó que descansara un par de días, esa misma semana empezaba con las
clases preparto, así que fui a la teórica y para el día de la practica seguía con
contracciones, así que decidieron
controlarme a ver qué pasaba.
Mi sorpresa fue que
cuando me dijeron que las tenía cada 5 minutos y estaba dilatada de 2
Cm, en cualquier momento se podía desencadenar
el parto ¿Qué? No podía nacer aún, era muy pronto, estaba cansada y quería verla,
pero no era su momento, tenía que aguantar un poco más.
Nuevamente el mundo
se me cayó a los pies, estaba asustada, tenía un miedo enorme al parto, pero más
miedo tenia de que mi pequeña llegara antes de tiempo, no quería que estuviera
en una incubadora, y tenía todas las papeletas para estarlo, así que me
ingresaron, me pusieron una medicación para parar las contracciones y para
madurar los pulmones por si nacía antes de tiempo y reposo, lo más importante
el reposo.
Así que allí estuve 1 semana sin moverme de la
cama, triste pero a la vez contenta, porque cada día que pasaba todo seguía igual,
en esos días valore la importancia de los 9 meses, y me arrepentía de haberme quejado
tanto y de ser tan impaciente, no quería que naciera aún y eso era lo que me
importaba, en esos días, no quería verla, ni olerla, ni tocarla, quería que
estuviera dentro y que aguantara, la tocaba a través de mi barriga y le decía “aún
no mi niña, aún no”
Los días de hospital
no fueron duros, cada día tenía visitas, amigos maravillosos que venían a verme
y animarme, incluso, una fiesta sorpresa en el hospital, porque allí cumplí los
29 años, fue la fiesta de cumpleaños más original que se puede tener.
A todos desde aquí ¡¡¡GRACIAS!!!!
Que bonito Clau,sigue escribiendo tus esperiencias que aunque algunas veces no te ponga un comentario (PERDONAME) puedes estar segura que lo leo siempre!!!
ResponderEliminarGracias Dalmy!!! seguire escribiendo y poniendo ilusión en lo que hago,para poco a poco poder llegar a mas gente
EliminarSin duda, un cumpleaños muy especial que no olvidarás jamás!!!
ResponderEliminarTodo tiene su recompensa, tuviste un recta final bastante dura pero mereció la pena.
Siiii!!! mereció la pena, y jamas hubiera pensado pasar mi cumple en el hospital, desde luego que una historia para contar a mi hija!!!
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